Sobreviviendo en silencio
Decir no al asistencialismo suena bastante rudo, gobierno y sociedad han cultivado un paternalismo terrible, es urgente llevar a las personas en un proceso de cambio, involucrándolos, a través de un acompañamiento, donde ellos mismos sean sus propios gestores y ejecutores, pero teniendo en cuenta que las circunstancias no son iguales para cada persona, y que si hay asistencialismo, sea moderado y encaminado no solo a la simplificación de los problemas sociales.
En días pasados, por medio de un matrimonio, fui invitada a visitar a una familia en la comunidad de Cuaxinca, Teolocholco. Al llegar al domicilio del señor Víctor y la señora Heriberta, una casa, con un solo cuarto habitable, donde tienen dos colchones en el piso, no hay baños, no hay cocina, hay un cuarto más sin piso, y con un techo lleno de goteras, un patio, moscas por todas partes, en medio un tapete y 3 hijos, 2 mujeres y 1 hombre. El señor trabaja en el campo y la señora se dedica a cuidar a los hijos.
Hasta el momento, parece una historia más de tantas familias que viven en extrema pobreza, es decir, aquellas que tiene un ingreso inferior a la línea de bienestar mínimo o/y tiene al menos tres de las seis carencias sociales (salud, educación, seguridad social, vivienda, servicios básicos y alimentación). Pero no, lo que hace diferente a la familia Sánchez Salazar es que los tres hijos tienen un desarrollo mental incompleto, es decir, retraso mental, y que la señora Heriberta, también lo tiene, en menor grado.
El más pequeño de la familia, Memo, con 23 años, él camina, entiende, pero no habla. Alejandra la mayor, tiene 26 años, emite sonidos, pide una maestra, y pronuncia las vocales, de pequeña fue operada varias veces para que pudiera caminar, pero sin éxito. La siguiente es Gema, 25 años, no habla, tampoco camina y ni siquiera emite sonidos. Ninguna de las dos puede valerse por sí misma, ni siquiera para ir al baño o comer.
Imagínense que sería de Ale, Gema y Memo, si a alguno de sus padres les pasara algo, sobre todo al señor Víctor. Al inicio mi reacción fue quedarme callada, no puedo describirles mi sentir, desafortunadamente el tema de la desigualdad es bastante complejo, es una familia que ha mantenido una situación económica y cultural diferente a la de nosotros, por consiguiente, sus necesidades no son precisamente las que nosotros creemos que se les deben cubrir.
No estoy a favor de seguir fomentando el asistencialismo pero, ¿qué se hace en estos casos?, el entorno en el que vivimos ha hecho que la filantropía no forme parte de nuestra cultura, datos de The World Giving Index, nos coloca en el lugar 76 de 135 países, mide las siguientes tres acciones: 1) Donar dinero a una organización benéfica, 2) ofrecer voluntariamente nuestro tiempo a una organización y 3) ayudar a un extraño o tercero.
No quiero que les tengan lastima, o que sientan pena por los Sánchez Salazar, mejor pensemos que hacer para mejorar sus condiciones de vida, busquemos una solución sustentable, a largo plazo, toda estrategia puede dividirse en pequeñas acciones, y si esas acciones están encaminadas a cumplir una gran meta, ayudan y mucho. Así que, alcemos la voz por aquellos que sobreviven en silencio.